No es por navidad, no soy el turron. Es por los examenes, que hoy me toca empezar con el primero de una basta lista de examenes septembrianos (o septembrenses, al gusto).
Pues eso, que este verano ha sido ajetreado, y, ahora que tengo un segundo y medio, voy a escribir unas lineas.....mejor aun, voy a copiar lo que puso mi primita en su blog, hace....tiempo. Ahí va:
A veces no nos damos cuenta de lo afortunados que somos con lo poco que tenemos.
A veces podemos llegar a ser muy crueles con aspectos de la vida que no conocemos.
Aquí os dejo el poema del papá de uno de mis chavales de la asociación que refleja muy bien como se sienten las familias cuyos hijos son un poco más especiales que los de los demás... Ójala la sociedad se concienciara que los "tonticos" o los "subnormales" como vulgarmente se les llama, en el fondo son también personas y a veces mejores que cualquier ser humano "normal".
Expresándome tengo muy poco o ningún talento.
Pero quiero liberar un sentimiento,
que lo llevo desde hace ya un tiempo.
Y ahora decido que hoy,
eso, que hoy os lo cuento.
Tranquilos, sólo será un momento.
Fin de semana lluvioso,
fin de semana vil,
fin de semana asqueroso,
fin de semana de primeros de abril,
no obstante, un día generoso
Lugar: un polideportivo.
Acontecimiento: encuentro de diversos colectivos de discapacitados físicos y psíquicos
Sonrisa macabra la de las alcantarillas mostrando sus dientes llenos de sarro,
perfectos tapones impermeables creando charcos de la incesante lluvia,
calados pero animados llegamos al recinto.
Como Dios los cría y ellos se juntan,
después de decenas de saludos con los protagonistas de la fiesta y sus familiares,
calados pero animados nos acomodamos en el recinto.
Comienzan las actividades, se apagan los gritos en las gradas.
En su día, Tricicle, parodió a Julio Iglesias “Soy un truhán, soy un señor”,
este día, chicos síndrome down y parálisis cerebral, imitan a Tricicle.
Sin par el esfuerzo de estos muchachos. Simplemente genial. Las gradas a carcajadas.
Mi hijo pequeño, mi pequeño hipopótamo, asegurado por monitoras voluntarias y su madre,
sentado en la grada rompe papeles de propaganda en tiras finas e imposibles formas,
emite sonidos guturales y de vez en cuando convulsivamente se retuerce y se golpea.
Nada fuera de lo normal.
Karaoke y baile. Mi hijo mayor, mi saquito de huesos, es arrastrado por un monitor a la pista.
Monitor dramáticamente relevado del trabajo a los cinco minutos por otro valiente
inconsciente dispuesto a meter los sesos en el microondas.
Incomparable la elocuencia de las parrafadas de mi hijo.
Ahora no se si baila o si los movimientos espasmódicos y convulsivos de sus brazos y manos
son el resultado de una electrocución por una invisible telaraña eléctrica. No obstante, todo correcto.
Si yo fuera escritor,
Que bien os describiría,
el malestar que sentí ese día,
el malestar y la apatía,
el malestar por la angustia y el dolor.
Corta, precisa, concisa, hasta quizás innegable, seguro, pero sobre todo dolorosa
la plática que oigo a mi espalda. No preciso indicar el tono de la expresión:
!oigh... vaya¡.. !Hay reunión de “tonticos”¡... !Hoy no entrenas Jonathan¡
Si la niña de “El exorcista” hubiese girado la cabeza como yo, todavía tendría tortícolis.
No profiero ningún exabrupto,
mas seguro que debido al giro brusco,
la señora altiva y de poco busto,
ciertamente se gana un gran susto.
Mi mirada en unos segundos le explica con rostro adusto,
la desafortunada apreciación a la señora,
que a la sazón y convencido estoy, aprecia mi disgusto.
La señora porta de la mano un niño tipo David Beckham.
Muy majo, muy sanote, muy inteligente y muy muy muy capacitado. Hasta ahora.
Mientras mi cuerpo gira para eliminar la forzada torsión y alcanzar una postura correcta con mi cabeza,
la señora con la misma delicadeza de un gorila, da un tirón al niño, desmembrándole el brazo del cuerpo.
¡¡¡Dios que tirón!!!... ¡nunca he visto a mi padre arrancar la motoazada con tanto vigor!
El niño, ahora astronauta ingrávido levitando hacia la salida y con el hombro indudablemente dislocado, balbucea:
¿pero ... ay... que... mamaaaá?
La señora identificada ahora como mamá, huye mas que corre y desaparece entre sillas de ruedas y “tonticos” exclamando:
¡Vámonos Jonathan... Vámonos!
No. No me siento a gusto. ¡Qué malos pensamientos!
¡Cuántos ojalás se me pasan por la cabeza en ese momento!
Cuando haya pasado un tiempo,
cuando sólo quede el poso del sentimiento,
entonces me arrepentiré.
Pero ahora lo reconozco,
ahora, no lo lamento.
Angustiado con lágrimas y pucheros disimulados con la sonrisa de un payaso,
salgo afuera; unas caladas; miro como descampa y otra vez adentro.
¡Ya me he comido el sapo de hoy!
En la pista de baile distingo a un chico síndrome de Down que conozco.
Trabaja en los talleres ocupacionales.
Con la cabeza ladeada y la boca abierta en una sonrisa intrínseca se dirige hacia las gradas.
En su trayectoria se halla una chica espectro autista que también conozco.
No recuerdo sus nombres pero supongamos que son un "Antonio" y una "María".
Cuando se aproxima, tiende sus pequeñas manos hacia María.
A la chica le tililan los dedos en las manos que como imantadas se elevan hacia las de Antonio.
En sus mejillas aparece el rubor que solo veo en los dibujos animados.
La escena es de película y a cámara lenta.
¡Qué sensación! Un sinfín de inocencia. Me cuesta tragar saliva. Jamás he visto la expresión de unos rostros con tanta dicha y felicidad. Son novietes
aunque en el centro lo intentan disimular. El camino que les queda está lleno de espinas pero seguro que no les dañará mucho más de lo que hasta
ahora les ha marcado su condición.
Si yo fuera escritor,
¡Qué bien os describiría!,
la esperanza que abracé ese día,
la esperanza en la alegría,
la esperanza en el amor.
La esperanza de que quizá algún día mis “tonticos” encuentren a su “María” desvanece mi angustia anterior yme llena de alegría.
Considero generoso el haber podido experimentar en tan pequeño lapso de tiempo dos sensaciones tan distintas, imagino que comparables a las que
siente una madre ante el dolor antes del parto y la alegría al ver al bebé.
Y es que lo que yo veo en este día,
no es solo la felicidad y la alegría,
en los rostros de Antonio y de Maria.
Lo que hoy yo veo en sus caras,
es el rostro inmaquillable del amor.
Si despues de esto, no os emocionais, aunque sea solo un poquito.......